Duma Key de Stephen King (Plaza & Janés).
Leí esta novela por primera vez en 2009. Afortunadamente, se me había olvidado un poco de qué iba (y digo afortunadamente porque me encanta no recordar el argumento de algunas novelas para poder leerlas de nuevo y encontrar lectura cuando tengo mono y nada a mano que me llame la atención en ese momento). El caso es que estaba escribiendo y me apetecía imbuirme en algún libro que me inspirase y qué mejor que el maestro.
726 páginas, “nostamal”. Como siempre me pasa con King, fue cogerlo y ser incapaz de soltarlo, sin embargo, he de decir que tenía un mejor recuerdo de él del que me ha quedado en esta lectura.
Edgar Freemantle, el exitoso dueño de una constructora, queda atrapado y estrujado dentro de su coche en un aparatoso accidente laboral. En consecuencia, pierde un brazo y la capacidad de hablar con coherencia y parte de la memoria y la visión, pero gana en dolor, mala leche y frustración. La ira lo consume hasta tal punto que su mujer decide dejarlo (Edgar intenta matarla en un arranque de furia, aunque luego no se acuerda, es para dejarlo, desde luego) y él decide marcharse a Florida, a la isla de Duma Key. Allí se refugia en una casa levantada sobre la orilla del mar y recupera una antigua afición: la pintura.
Al poco tiempo, y casi siempre al ocaso, su brazo fantasma comienza a castigarlo con terribles picores que solo se calman pintando y Edgar cae en una suerte de éxtasis en el que dibuja sin ser consciente de ello, y algunas de las escenas que dibuja se convierten en realidad. Otras constituyen un misterio para él, pero en ellas reconoce un poder oscuro y poderoso y cree que también a su hija.
Según avanzamos, King nos desvela el significado de esas obras, un significado que está ligado a otra de las protagonistas: la anciana Elizabeth Eastlake, dueña de la isla y de una gran fortuna. La mujer reposa al cuidado del exabogado Wireman en una casa vecina, mientras juega con sus figuritas de porcelana cabalgando hacia la demencia senil.
Ella también sufrió un accidente, siendo muy pequeña, que la convirtió en una artista precoz con ciertas habilidades para modificar el mundo. Pero, ojo cuidado, que el origen de ese don es algo con muy mala baba, algo que la pequeña Elizabeth creyó enterrado y que ahora está retomando fuerzas a través de Freemantle.
Siempre digo que King pincha en alguno de sus finales y en Duma Key, bajo mi punto de vista, lo ha vuelto a hacer. Del resto, solo puedo decir que es fiel a su manera de escribir, buenas descripciones, personajes ricos, una narrativa que te lleva por la historia más que confortablemente, como si viajaras en una cinta transportadora bien engrasada. Pero al final la cinta empezó a engancharse y a pegar ligeros tirones, haciendo que quisiese acabar la novela cuanto antes y no porque de repente su narrativa se vuelva abrupta o ininteligible, sino porque alarga demasiado la resolución del conflicto, la lucha final, y de una manera un poquillo infantil. Como he leído por ahí: “se le va un pelín la pinza”.
En cualquier caso, el camino mereció la pena.
Valoración: 🍺🍺🍺🍺/5