Esta no es una reseña tal cual. Lo cierto es que se trata de lo que mi cerebro, amante y toxicómano del terror y de las buenas historias, pergeñó para la presentación de Villa Rosa 1909 de Maro Lemus (Editorial Maluma).
Aquí os dejo la sinopsis y mis impresiones.
Sinopsis:
«En el verano de 1975 mi vida se encontraba ante una encrucijada…. Mi marido me dejaba por otra…». Así comienza nuestra historia, con la afirmación de una mujer despechada que decide hacer todo lo posible por no ponérselo nada fácil a su marido. Su amiga y cuñada, Laura, le propone un plan: coger a sus cuatro hijos y huir del asfixiante calor urbano a la sierra cercana, mientras consigue aclarar sus ideas.
En la sierra les espera una antigua «casería» de veraneo, espléndida, con su fachada pintada de rosa y un nombre con una fecha coronando la entrada, «Villa Rosa, 1909». Muy pronto entenderán que la hermosa casa guarda un oscuro secreto, y que, de alguna manera, los niños están demasiado cerca de él. Pero mientras se enfrenta al misterio que envuelve a Villa Rosa, nuestra protagonista emprende una aventura interior que transformará su vida.
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Tuve el placer de leer «Villa Rosa 1909» antes de que viera la luz de manos de la Editorial Maluma. De esto hará casi un año, cuando descubrí que Maro, mi prima, por si alguno de ustedes no lo sabe, también había sucumbido al deseo de escribir, de dejar volar su imaginación, de atraparla en una red de amplia trama y volcarla sobre el temido papel en blanco. La verdad, es que somos una familia de mucho artisteo: unos cuantos escribimos, otros dibujan, tenemos compositores e intérpretes musicales y hasta fotógrafos, según el ramaje (nos faltan actores, que yo sepa, pero todo se andará)
El caso es que Maro dio un segundo, o tercer o cuarto paso, según se mire, le echó valor y se atrevió a presentar su manuscrito a una editorial, tuvimos que empujarla un poquito, pero al final lo hizo, y aquí está el resultado, un gran resultado, con un contenido y un continente cuidados y de calidad. No hay más que verla, hojearla y olerla.
Qué decir del continente: la portada, la casa de nuestra abuela en la Hiedra, una pedanía de la ciudad jienense de Baeza. Su imagen me transporta a tardes de barbacoa, a juegos, a días de verano con la extraordinaria despreocupación propia de la infancia, a pedacitos de intensa felicidad, y esas mismas sensaciones se destilan en su contenido, al menos, en lo tocante a los niños. A todos, a los que están y a los que no están (ahí lo dejo). Y lo hace a pesar de que sobre ellos se cierne un misterio inexplicable y aterrador, y es que los niños de esta historia viven en su propio mundo, en un mundo en el que no hay distingos, solo compañeros de juegos.
Les pongo en antecedentes: es verano y la protagonista de «Villa Rosa» acaba de ser abandonada por su marido a causa de otra mujer. La hermana de su ex, y también su mejor amiga, le propone pasar las vacaciones en una antigua casería de alquiler en la sierra, para aclarar sus ideas y, quizás, aplacar el resentimiento que la ruptura ha provocado en ella. Ruptura que la lleva a usar a sus hijos como instrumento de castigo contra su antigua pareja.
Las dos cuñadas y los cuatro pequeños se trasladan a Villa Rosa y es entonces cuando entran en escena los misteriosos compañeros de juegos; con sus risas y correteos invisibles, dislocarán la tranquilidad, como digo, solo de las adultas, que, lejos de amedrentarse ante los inexplicable, buscarán una respuesta a esos extraordinarios sucesos.
Maro nos lleva de la mano junto a las damas detectives —pues en esta obra son las mujeres las que llevan la voz cantante— a través de un complejo entramado que discurre entre el pasado y el presente. Por medio de las voces de los diferentes, y bien construidos, personajes femeninos viajamos al verano del 36 y revivimos una serie de acontecimientos que dejarán una huella destinada a permanecer suspendida en el tiempo y adherida a «Villa Rosa» durante los años posteriores. La presencia de los hijos de la protagonista avivará esa huella y pondrá en marcha el reloj de nuevo.
Personalmente, lo que más me ha atraído de este relato son sus ingredientes sobrenaturales. Confieso que soy una adicta al género del suspense y terror y Maro lo maneja con maestría, dándole una naturalidad que muy pocos logran sin caer en lo inverosímil, el tópico o lo exagerado. Pero por supuesto que hay más, mucho más, como, por ejemplo, el amor y el desamor o el regusto de un ambiente de casas solariegas, de niñeras extranjeras, de señoras, cocineras y criadas.
El amor y el desamor destacan en el presente y se perpetúan hacia el pasado en un nexo indisoluble (sé que parece contradictorio y que estoy siendo bastante críptica, pero cuando la lean, seguro que lo entenderán). La autora nos mete en la piel de la protagonista y nos hace entender, y hasta compartir, su despecho, su sentimiento de abandono, de rabia hacia ese ser al que ha amado y que ya no la ama, después de haberle entregado su vida por entero. ¿Quién no conoce a alguien que ha pasado por una situación similar y lo que conlleva psicológicamente?
Del pasado me quedo con la atmósfera a la que nos conduce Maro, a principios del siglo XX, a la época de esplendor de «Villa Rosa» en los años previos a la Guerra Civil Española, a la suntuosidad de la que disfrutaban sus habitantes, los marqueses, frente a la austeridad de sus sirvientes. Como dice Inés, la abuela de una de las intrépidas investigadoras y una de las «muchachas» de la casa: «… los problemas de los ricos siempre son menos problemas […]. Los señores siempre sabían cómo resolverlos, en cambio, nosotros, los pobres, no teníamos escapatoria».
Pero Inés se equivoca porque, como dice el refrán: «no es oro todo lo que reluce» y hasta ahí puedo leer.
Espero que les haya picado la curiosidad y les anime a leerla, y que los que ya han tenido la oportunidad de hacerlo hayan reconocido y revivido esta preciosa historia a través de mi humilde intervención.
Déjense llevar por su narrativa sencilla, sincera y envolvente, por un relato que te atrapa desde el principio y te arrastra por un laberinto en el que, les advierto, hay que estar muy atento para no perderse detalle. Maro va soltando miguitas, pero no las deja a la vista sin más, pide un esfuerzo al lector, un esfuerzo que, les aseguro, realizarán gustosos.
Me consta que esta ficción surgió a raíz de un encuentro casual de la autora con cuatro niños que jugaban con su perro en el jardín de una casa, espero ansiosa que Maro tropiece con otra escena que haga germinar su imaginación, si no lo ha hecho ya. Bueno, voy a serles sincera: sé que lo ha hecho ya y algunos de ustedes también lo saben. Marisa, tienes que darle una oportunidad a tu otra criatura para que no se muera de celos escondida en un cajón, o en la memoria de tu portátil, viendo como su hermana mayor sale al mundo para disfrute de los amantes de las buenas y bien contadas historias.
Pincha aquí para si quieres hacerte con ella.