No me ha gustado ni una chispa.
Aparte de la protagonista (Milena Smit) con su cara de alelada todo el tiempo (que vale, que está traumatizada, pero un poco de cambio de rictus, por favor), hay muchas más cosas que me han descolocado, sin embargo, voy a centrarme solo en algunas escenas que han hecho que le chille a la tele, y así no hay quien pase miedo, hombre.
OJO, que van con spoilers.
Tus hijos se ponen a jugar poniéndole el uno al otro una bolsa en la cabeza y como tú has prometido antes del juego que te vas a estar quieta, coges y te quedas quieta, y no solo eso, después te pones a jugar con ellos a tirarse mermelada de fresa, ¡y en los años 80! Vamos, hago yo eso y mi madre todavía está echándome la bronca. Y tú ponte a limpiar después.
Y luego hay otra escena que me ha dejado loca: el marido se marcha a trabajar por la noche, ella está embarazada y se queda sola en casa con los dos niños, que por la mañana la han atado a la cama y han hecho el paripé (o no) de que le iban a inyectar en la barriga leche con un regalito. Ella le pide al marido que no se vaya y el pollo le contesta que se quede tranquila y que se vaya a dormir y descanse. Vamos a ver ¿y quién da de cenar a esos dos niños de siete años?, digo yo. Como si tú pudieras coger y acostarte y dejar a los niños por la noche viendo la tele. Y, ojo, que lo hace, que coge y se acuesta y el otro va y se pira.
Otra: el marido está ardiendo bajo una lluvia torrencial y con el suelo totalmente encharcado y tú entras en casa a buscar una manta. Lo normal, así das tiempo a que el hombre entre en casa y te la queme enterita.
¿Y nadie les explica a esos niños las cosas, que a un perrito, si le sacas el corazón, se muere y que esta muy mal atar a mamá a la cama? Que por muy comido que tengan el coco, si tú lo explicas con paciencia y cariño (o con menos paciencia y un par de gritos) los niños lo entienden, que son unas esponjas.
Cuando Lola pierde los bebés que estaba esperando, también pierde su fe en Dios. Con la esperanza de recuperarla, acude junto a su marido Adolfo a un convento de monjas donde conocen a Tin y Tina, dos angelicales hermanos de siete años por los que Lola se siente extrañamente atraída. Aunque Adolfo no siente lo mismo, deciden adoptarlos. Con el paso del tiempo Lola empieza a caer en una espiral de sospecha y obsesión con los niños y sus macabros juegos religiosos.