Reseña: «Inanición» de Daria Pietrzak

Regalo de cumpleaños bien aprovechado y con sorpresa: no me esperaba lo que me he encontrado, tanto de forma como de contenido

Inanición de Daria Pietrzak

(Dilatando Mentes Editorial, 2022).

Regalo de cumpleaños bien aprovechado y con sorpresa: no me esperaba lo que me he encontrado, tanto de forma como de contenido.

Abajo os dejo la sinopsis, pero abreviando: el matrimonio formado por Lucas y Sam viaja al pueblo de los antepasados de él porque está convencido de que en la vieja casa de sus abuelos podrá comenzar una vida mejor. Ella no quiere ni para atrás, pero se deja llevar (y en qué momento).

El pueblo es una tumba de secretos que acabará transformándolos y engulléndolos, aunque de diferente manera a cada uno.

Vamos con la forma: una narrativa casi carente de diálogos. En un principio creí que echaría de menos las voces de los personajes. Cuando hojeaba la novela, ver página tras página sin una sola raya me produjo cierto agobio. Bajo mi punto de vista, los diálogos aportan frescura y despiertan los sentidos del lector —y hasta al mismo lector—, al menos eso me ocurre a mí, que tiendo a caer en el automatismo cuando me enfrento a una lectura que enlaza descripciones de lugares, personajes y acciones sin intercalar alguna conversación, sin embargo, con Inanición no ha sido el caso y ahora contaré por qué.

Daria utiliza capítulos cortos con distintos tipos de narrador (otra cosa que de antemano también puede llegar a descolocar): Sam nos cuenta ella misma sus vivencias en el pueblo de San Nicolás, mientras que la perspectiva de Lucas nos es narrada en tercera persona, pero creo que es en esas variaciones donde reside el secreto de su éxito, donde está la frescura que hizo que no decayese en mi empeño lector ante la sequía de diálogos y la profusión de descripciones.

En eso y en su manera tan sensorial de narrar: ves, oyes, hueles, y sientes —acabas masticando el polvo y la ceniza que cubren San Nicolás y oliendo la sangre de la que se alimenta—y en las imágenes tan potentes que utiliza, a mi juicio, muy cinematográficas. Hay una escena en la que uno de los personajes interactúa con una escultura en movimiento de la Virgen María.

Obviamente no es la Virgen María, sino todo lo contrario, y el usar una imagen que representa la bondad y la misericordia para justamente ejercer lo opuesto me ha parecido sumamente perturbador. También tenemos algún momento cárnico, en el sentido visceral de la palabra y en el erótico festivo, que te deja removiéndote en el sillón buscando la comodidad perdida.

El contenido: esperaba fantasmas, uno por aquí, otro por allá, pero me encontré con el fantasma, con un pueblo entero que articula sus lugares —la escuela, la iglesia, sus calles, sus estériles campos de labranza— para crear un escenario por el que desfilan sus desdichados-hambrientas habitantes-criaturas, cada uno con su papel más o menos principal.

En cierto sentido San Nicolás me ha recordado al Hotel Overlook y Lucas al bueno de Jack Torrance por el influjo que ejercen los unos sobre los otros, aunque el resultado es distinto y aquí no hay ningún niño adorable que resplandece, aquí los niños son unos bichos de mucho cuidado.

Repasados forma y contenido hay que mencionar el continente, una edición muy bella por parte de Dilatando Mentes, con fotos de Christopher Eden y Joel Mwesigwa y material adicional como el prólogo de Jesús Gordillo y el posfacio de David Calpa. También han incluido un breve texto con los referentes de Daria a la hora de crear esta historia, entre los que se menciona la estremecedora película ¿Quién puede matar a un niño? dirigida por Narciso Ibáñez Serrador y basada en la novela El juego de los niños de Juan José Plans.

Ahí lo dejo.

Silencio.
Paz y tranquilidad.
La caricia del sol en el rostro.
Largas tardes de verano y momentos compartidos de felicidad.
Lucas soñaba con tener todo eso y mucho más: huir, dejar atrás su pasado, formar una familia y vivir en paz en su propio hogar. Y estaba convencido de que lograría hacer realidad sus deseos en el olvidado pueblo de San Nicolás.
Pero hay lugares en este mundo que no deben ser molestados, con caminos enterrados bajo el polvo que es mejor dejar atrás y recuerdos que deben descansar para siempre, sepultados bajo una capa de tiempo, donde nadie pueda encontrarlos jamás.

Lugares olvidados que aúllan con un hambre voraz, donde los fantasmas bailan bajo la luz y las sombras visten el mundo con un manto de realidad.
Son lugares como San Nicolás, que esconden terribles secretos enterrados entre sus raíces, en las profundidades de una tierra en la que nunca penetra la luz del sol.
Son secretos que caminan por sus calles cuando llega la oscuridad, con los dientes afilados y el estómago vacío, ansiosos por saciar su apetito con la carne de todo aquel que se atreva a traspasar el umbral.

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