Nueva, bella y cañera reseña de La habitación de Minerva. Esta vez de mano de David Calpa, una auténtica enciclopedia andante del terror.
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«Hay una serie de miedos que solo los pueden experimentar aquellos que conocen el amor. Un miedo real, cercano, que va más allá de la propia experiencia terrorífica que supone la presencia del mal, del enfrentamiento a lo desconocido, de encararse a todo aquello que no debería existir. Estos miedos que se van gestado en el fondo del corazón de aquellos que lo padecen, devorando todo a su paso hasta terminar por inmovilizarte pero que, al mismo tiempo, te aportan las armas necesarias para seguir adelante ante cualquier amenaza que aceche en la oscuridad.
En La habitación de Minerva nos encontramos con una madre que percibe algo extraño que ronda a su hija. Una presencia inquietante que hace sonreír a su pequeña cuando se encuentra a solas en su habitación. Una entidad que se desliza entre dos mundos: la pérdida de la cordura de quien percibe sombras y la luz que emanan de los instintos maternos disparados ante las sospechas.
Aquellos que hayan tenido hijos, en especial si han sentido su crecimiento desde el inicio, conocen esa inquietud que se genera al querer protegerlos ante cualquier adversidad.
De eso trata esta historia. De la lucha a la que se tiene que enfrentar dentro de su cabeza una madre que ve como su hija no deja de seguir con la mirada a algo que poco a poco se va materializando. Con una premisa así, es imposible no empatizar con esta madre y sus miedos recurrentes a los que se enfrenta día a día. La idea de protegerlos ante cualquier amenaza nos obsesiona, nos impide racionalizar y nos vuelve paranoicos. Ahí es donde radica los aciertos de una historia que apela a esa empatía del lector para adentrarse en sus horrores.
Sin embargo, el ritmo de la historia lastra el resultado final al tratar de envolver una trama sencilla en las extensas redes de una trama familiar cargada de personajes que distraen la atención. Las indagaciones que se producen en esos terrenos fracturan la tensión de una historia transformando una buena novela de terror en una narración costumbrista con algunos toques fantasmales.
Eso de por sí no tiene por qué ser malo ya que aporta una profundidad y un cariño por los personajes que hace que los sientas como reales. Pero sí que diluye la tensión creada en ciertas partes de la historia, en medio de divagaciones triviales que no terminan por cuajar.
Aun así, es interesante comprobar cómo se plasma en la novela esa instintiva emoción que experimenta una madre al enfrentarse a lo desconocido. Esa fuerza escondida que te hace ir más allá de lo que aparenta la realidad y que nace desde tu corazón.
En definitiva, La habitación de Minerva es una interesante propuesta que nos sirve para adentrarnos a descubrir el género de terror, visitando pasajes conocidos e inquietantes que nos estremecen en ciertos momentos, aunque cuenta con algún que otro problema de ritmo que deslucen el resultado final».
Como digo al principio, la reseña es muy bella, pero también cañera, y así es como se aprende. Gracias David por acceder a leer y reseñar La habitación de Minerva y, sobre todo, por tu sinceridad.