Cinco jarras de cerveza le he plantado a El Instituto del tito King, me ha encantado, me ha hecho recordar por qué soy superfán de sus novelas.
Cuento de hadas y Holly me habían dejado un regustillo amargo, con ganas de releer 22/11/63, Blaze, Ojos de fuego, Carrie, It o Misery, que cualquiera de ellas se borrase de mi memoria y pudiera volver a ellas e imbuirme en sus historias como si fuera la primera vez. No ha hecho falta, para eso está El Instituto.
Bueno, no creo que esta obra esté al nivel de las que he mencionado antes, pero las emociones que me ha proporcionado se asemejan muchísimo a las que sentí con las otras lecturas: inmersión total, enganche, empatía con los personajes (que en el caso de King puede tratarse de un pueblo entero) y un final, bajo mi punto de vista, muy digno.
Os dejo la sinopsis abajo.
Sus historias protagonizadas por grupos de niños —véase Cuenta conmigo o It— siempre me han resultado muy bellas y tiernas (el tío sabe a la perfección cómo jugar esa baza para tocar el corazoncito del lector) y por supuesto muy duras, pero estamos hablando de terror y de King, así que lo que acabo de decir es una obviedad.
Sin embargo, en este caso ha utilizado algunos detalles que, fuera de la barbaridad en sí misma que es secuestrar a unos niños, matar a sus padres y mantenerlos encerrados para explotar sus capacidades especiales hasta dejarlos vacíos, me han estremecido particularmente.
Ya digo que son solo detalles, cosas que pueden resultar nimias frente a la terrible crudeza del argumento en general y los métodos en particular que utiliza el Instituto para someter y aborregar a los niños. Me refiero a cosas como máquinas expendedoras de bebidas alcohólicas, tabaco o pastillas, que los niños usan como una máquina de chuches cualquiera.
Personajes muy identificables en el mundo King, su habitual narrativa envolvente y detallista —King se ha alargado en algunos fragmentos, pero de manera gustosa—, y una historia que parte de un argumento no del todo original, pero planteada de una manera muy atractiva, como solo sabe hacer el tito King.
Cinco jarras también para el traductor: Carlos Milla Soller.
En definitiva, una novela muy recomendable.
Valoración: 🍺🍺🍺🍺🍺/5
En mitad de la noche en un barrio tranquilo de Minneapolis raptan a Luke Ellis, de doce años, tras haber asesinado a sus padres. Una operación que dura menos de dos minutos. Luke se despierta en la siniestra institución conocida como el Instituto, en un cuarto que se asemeja al suyo pero sin ventanas. En habitaciones parecidas hay más niños: Kalisha, Nick, George, Iris y Avery Dixon, entre otros, que comparten capacidades especiales como la telequinesia o la telepatía. Todos ellos se alojan en la Mitad Delantera de la institución. Los mayores, en cambio, se encuentran en la Mitad Trasera. Como dice Kalisha: «El que entra no sale».
La señora Sigsby, la directora, y el resto del personal se dedican a aprovecharse sin compasión del talento paranormal de los chicos. Si te portas bien te premian. Si no, el castigo es brutal. Luke se da cuenta de que las víctimas van desapareciendo y son trasladadas a la Mitad Trasera, así que se obsesiona con huir y pedir ayuda. Pero nunca nadie ha escapado del Instituto…